lunes, 19 de marzo de 2012

LA CAÍDA DEL DOCTOR BELTRÁN


Carlos Arribas

Después de más de un año de trabajo conjunto de los Mossos d’Esquadra y la Policía Nacional, el 7 de marzo los investigadores pudieron gritar, por fin, bingo. En el aeropuerto de Barajas, desde el que pretendía volar a Colombia, caía el doctor Alberto Beltrán Niño, un médico deportivo cuyas actividades siempre bordeando los límites de lo lícito eran conocidas desde hacía más de 10 años. En su maleta, entre otros efectos —ordenadores y pendrives que aún no han sido destripados—, dos de los productos dopantes conocidos como de novísima generación, de cuyo uso en el deporte —sobre todo, en el pelotón ciclista— se sospechaba desde hace un par de años: AICAR y TB-500.
Según fuentes oficiales, Alberto Beltrán, sin domicilio en España y acusado de un delito de dopaje, ingresó el 8 de marzo en la prisión de Soto del Real (Madrid), desde la que estaba previsto su traslado a Barcelona, ya que la operación que condujo a su detención la inició un juzgado de L'Hospitalet de Llobregat.
La Operación Skype, que así se llama, se puso en marcha en la localidad catalana vecina a Barcelona porque fue allí, en septiembre de 2010, un día que la Vuelta a España acabó en Vilanova i la Geltrú, donde presuntamente, y según la policía, Beltrán vendió Retacrit (EPO Zeta) al ciclista David García Dapena, del equipo Xacobeo Galicia. Este dio positivo pocos días después y, tras ser sancionado, decidió colaborar y denunciar a Beltrán.
Según fuentes policiales, en la actualidad Beltrán, que había emigrado a Bahréin a finales de 2009, donde, según comentó a sus conocidos, trabajaba como veterinario deportivo, no tenía trato directo con deportistas, sino que usaba terceros como intermediarios para sus transacciones. Anteriormente, había sido médico de varios equipos ciclistas y también de la trainera de Urdaibai. En todos sus destinos había llamado la atención de los medios y de las autoridades antidopaje.
En abril de 2001, cuando era el médico del equipo ítalo-colombiano Selle Italia, fue detenido en la autopista cerca de Módena con el coche del conjunto cargado de productos dopantes. Aunque aseguró al fiscal que las sustancias —hormonas, anabolizantes...— eran para clientes privados y no para el equipo, los carabinieri hallaron otras similares en las habitaciones florentinas de tres de sus corredores. Expulsado de la escuadra italiana, Beltrán recaló en 2004 en el Baqué, español, y posteriormente pasó al Kaiku, donde vio cómo uno de sus corredores, Serrano, fue expulsado de la Vuelta a Murcia de 2006 por un problema de hematocrito.
Su temporada mediáticamente estelar fue, sin embargo, el verano de 2009. En agosto, tres de sus corredores en el Liberty, portugués, dieron positivo por EPO Cera en vísperas de la grandíssima. Uno de ellos, el ganador de la Vuelta lusa, Nuno Ribeiro, le acusó meses después directamente en la prensa de suminístrale la sustancia prohibida. Todo eso no era público aún a primeros de septiembre, cuando Álvaro Pino, el director de Xacobeo, despidió en plena Vuelta a su médico, Xoan Manuel Rodríguez Bastida, y lo reemplazó por Beltrán. Cuando, a finales de la Vuelta y coincidiendo con una gran actuación del equipo gallego, que ganó etapas y la general por equipos final, llegaron a la ronda española las noticias de Portugal, el escándalo fue tremendo. El médico despedido, Bastida, acabó denunciando que le habían echado por no querer dopar a los corredores.
Paralelamente a sus actividades ciclistas, en 2009 Beltrán fue el médico de la trainera de Bermeo. Cuando a finales de año decidió desaparecer por debajo del radar y se marchó, como dijo a sus amigos, a Arabia Saudí, Beltrán dejó su plaza en las regatas a su amigo extremeño Marcos Maynar. En agosto de 2010, el patrón de Kaiku, derrotado en la bandera de la Concha, acusó a Maynar de dopar a sus remeros. En su investigación, la Guardia Civil descubrió vínculos entre Maynar y Beltrán, pero terminó imputando solo al primero. Pocas semanas después, a los pocos días de que hubiera brillado en la Vuelta, David García dio positivo por EPO. Públicamente, reconoció su error, se arrepintió y dijo que todo fue culpa suya, pero no quién se lo había vendido. Ante la policía, sin embargo, denunció a Beltrán, quien ahora podría ser condenado a dos años de prisión por un delito de dopaje.

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