martes, 27 de diciembre de 2011

"EN UNA CARRERA ENTRE MICHAEL PHELPS Y YO... HABRÍA EMPATE"


Jorge Quiroga Marca.com

En 1972, Mark Spitz (Modesto, 1950), asombró al mundo ganando siete medallasde oro en los Juegos Olímpicos de Múnich. 'Mark the shark' dedicado ahora, en parte, a ser embajador de la Fundación Laureus, recibió a MARCA en Londres para recordar detalles de la página que escribió con letras de oro hace ahora casi 40 años. Un mito que crece con el tiempo.

PREGUNTA. Hábleme del regreso de Ian Thorpe ¿Qué es lo primero que se le ocurre?
RESPUESTA. Es interesante, ha tenido al mundo pendiente de él. Es lo que se me ocurre.

P. ¿Pero va a a volver a ganar?
R. Bueno, ha estado fuera de la competición cinco años... y lo primero que tiene que hacer es clasificarse para el equipo Olímpico. Si lo consigue, lo que sería casi un éxito, podremos valorar si tiene posibilidades en Londres. No es un regreso de alguien que se marcha por un corto espacio de tiempo y conserva sus cualidades intactas. Volver a la élite, tras tanto tiempo sin nadar, es casi imposible, y sé de qué hablo. No será fácil verle en Londres.

P. En la piscina, ¿el favorito para reinar en Londres es Michael Phelps?
R. En principio, todo apunta a que nadará seis pruebas, puede que siete y, evidentemente es favorito en las cuatro individuales y las dos con el equipo de Estados Unidos. Tiene la competencia de Ryan Lochte, que será su gran rival en 200 libre y 200 estilos, pero si llega en perfectas condiciones, podría ganar seis oros, lo que es algo increíble. El problema es que Phelps nos tiene acostumbrados a este tipo de hazañas, pero si logra ese número de oros en Londres, no sé, sería un logro enorme.

P. Tras la figura de Mark Spitz surgió la de Michael Phelps como dominador de unos Juegos Olímpicos. ¿Qué diferencias y similitudes hay entre los dos?
R. A la hora de contabilizar los triunfos, hay muchas similitudes. Yo gané siete oros en unos Juegos y Michael ocho. También coincidimos en la mayoría de las pruebas que nadamos. No hay muchas diferencias. Quizá, que nadamos en épocas muy distintas con rivales diferentes y que mi margen de victoria era mayor. Hay quien dirá que por eso mis victorias eran más fáciles, otros que me tenía que esforzar más [risas]. 36 años separan ambos fenómenos, pero yo veo mucho mío en Michael. Incluso que odia perder mucho más de lo que le gusta ganar. Para mí, perder era un verdadero problema, igual que para él. Creo que, al 80 por ciento, somos lo mismo.

P. ¿Quién ganaría si compitiesen juntos en una carrera?
R. Es divertido imaginarlo. Hace algunos años estuve en un programa de televisión con grandes deportistas que tenían que contestar a esa misma pregunta. Algunos decían que yo, otros Phelps, todos con opiniones muy interesantes. Pero la verdad es que son épocas muy diferentes. Se entrenaba diferente, se comía diferente. Lo que hace grande a un deportista, sea la época que sea, es que derrota a sus rivales. Si yo ganara a Phelps, no existiría Phelps, de la misma forma que si él me ganara, yo no existiría. Creo que habría un empate, no podría haber ganador. Los dos sabemos qué es lo que hay que hacer para ser el mejor. Es una hipótesis, porque será imposible comprobarlo, pero lo que me dio a mi la grandeza en 1972, es lo mismo que tuvo Michael en Pekín en 2008. Si los dos nos trasladásemos de era para competir contra el otro, habría un empate.

P. ¿Y para quién sería más difícil ese 'viaje', para Phelps a 1972 o para Spitz a 2008?
R. [Sonríe]. ¿Sabes qué? Es una buena pregunta que nunca había contestado antes. Y no tengo dudas, creo que para Michael Phelps sería más complicado competir en 1972. No tendría la ventaja de los entrenamientos actuales, no tendría la ventaja de la nutrición, ni siquiera la ventaja del trabajo con los psicólogos o de las comodidades de los hoteles. Al revés, en un hipotético viaje al futuro, me encontraría con un abanico de condiciones mucho mejores de las que yo tuve. Sería más fácil para mí habituarme a ellas.

P. ¿Que opinión tiene de los bañadores de neopreno?
R. Yo nuncá nadé con bañadores de este tipo o parecidos. Creo que se ha probado que ese tipo de bañador incrementaba la velocidad en el agua, pero al mismo tiempo era igual para todo el mundo. No es el caso de un deportista que se dopa y el resto no. Es verdad que esa tecnología no estaba al alcance de todos, pero creo que se podría haber optado por permitirlos sólo en los Juegos Olímpicos, los Campeonatos del Mundo y los campeonatos nacionales. No alteraría los resultados de los ganadores.

P. Desde la prohibición de ese tipo de bañadores sólo se han batido dos récords del mundo. Dos en dos años, ¿esperaba más?
R. Que no se batan récords del mundo no quiere decir que la natación no progrese y no sea competitiva. Hay gente que le da más importancia a los récords y se olvida que primero hay que ganar. Fíjate en el tenis. Al tenis no se juega pensando en batir récords del mundo, sino en ganar. El récord cae por pura competitividad, pero nadie puede decir que un deportista no sea cien por cien competitivo por no haber batido un récord del mundo.

P. Es decir que no hay que preocuparse si por ahora no caen los récords...
R. En absoluto. Ya veremos que pasa en Londres. En el intento por ganar el oro es posible que se batan algunas marcas, pero eso será en el proceso de ganar la carrera, que es lo que buscarán los mejores.

P. En 2012 se cumplirán 40 años de su gran hazaña en Múnich con siete medallas de oro. ¿Cuáles son las mayores diferencias entre esos días y los actuales.
R. En términos de prepararción y competitición, la vida no ha cambiado mucho. Se siguen echando muchas horas de entrenamiento en la piscina. La gran diferencia es que ahora los nadadores son más altos y fuertes que antes, y por lo tanto también más rápidos y poderosos.

P. En deportes como el fútbol, el baloncesto o el tenis, los deportistas olímpicos tienen sus ligas o torneos que aparcan el sueño olímpico. En los nadadores parece que los Juegos son el único objetivo. ¿Cómo afronta un nadador la preparación para el máximo evento deportivo?
R. Bueno, en natación, durante el año, hay muchas competiciones, como los campeonatos nacinales de cada país, campeonatos de Europa o del Mundo. La preparación de un nadador para unos Juegos es un proceso de cuatro años en el que cada año es importante. Un jugador de fútbol se prepara para una temporada y, cuando termina, acaba también su ciclo físico. Un nadador tiene que prepararse pensando en cada año antes de los Juegos.

P. ¿Y cuál es el peor momento de esa rutina de preparación?
R. Levantarse cada mañana [risas], pero no me importaría volver a hacerlo de nuevo. Entrenar es invertir en el futuro, lo es todo. La preparación te da el 80 por ciento de las victorias y te hace sentir poderoso cuando llega la competición.

P. Además de por las siete medallas de Spitz, los Juegos de Múnich son más recordados por el terrible ataque a la delegación de Israel. Desafortunadamente, su hazaña quedó eclipsada por ello.
R. Evidentemente mis siete medallas y mis siete récords del mundo no se pueden situar en la misma balanza. Sé el tremendo valor que tienen en el mundo del deporte, pero imposible compararlos ante la tragedia humana que se vivió allí. Obviamente cambiaría mis logros por volver atrás y hacer que aquella tragedia no hubiera ocurrido. Pero ocurrió y debe ser recordada para no volverla a vivir. Se dijo que esa tragedia empañó el brillo de mis oros, pero el error es colocarlos al mismo nivel.

P. En Múnich usted nadó y ganó con bigote, sin gafas y sin gorro.
R. Las gafas estaban prohibidas y el gorro permitido aunque no era obligatorio. El bigote fue una decisión personal que tomé durante la misma competición. Sí, mi imagen en Múnich no era la de un nadador tipo, de esos que se ven ahora.

P. Ese mostacho tiene una curiosa historia.
R. Y es cierta.

P. Cuéntenosla.
R. En 1972, cuando finalicé mi carrera universitaria, me dejé crecer el bigote. Para entenderme hay que retrotraerse a principios de los 70, un joven de 22 años al que le iba el estilo de pelo largo de los Beatles o los Rolling Stones, era la moda, el look preferido en los jóvenes. Para los nadadores, la vida, en parte, consiste en afeitarnos por completo, para evitar la resistencia del pelo. Pero yo decidí dejarme crecer el bigote. Y durante los trials estadounidenses, un mes antes de los Juegos, y aunque yo pensaba afeitarme, cuando llegué a la concentración todo el mundo se escandalizó al verme. Casi no me daban opciones e incluso algún entrenador me aseguró que con él, no ganaría ni una sóla prueba. Durante los trials batí un par de récords del mundo y pensé que el bigote no me hacía más lento. Y decidí dejármelo poco antes de comenzar los Juegos. Si nadie me hubiera dicho nada, me lo habría afeitado y parte del mito no existiría. Pero decidí dejármelo por el comportamiento de la gente.

P. Pero la historia tiene una segunda parte, que es bastante más graciosa.
R. Sí. Yo había ganado ya alguna medalla en Múnich y un entrenador del equipo ruso se acercó a mí y me preguntó si el bigote no me provocaba cierta resistencia al nadar. Yo, en ese momento, decidí gastarle una broma y le dije que todo lo contrario, que al nadar, el bigote impedía que el agua me diera en la boca y tenía un efecto bala. Y por eso nadaba tan rápido. Ese entrenador se lo dijo a todos los entrenadores de la selección rusa y el resultado fue que al año siguiente todos los nadadores rusos lucían un mostacho.

P. Y ahora ya no lo tiene.
R. No. Me lo quité hace algún tiempo. Ahora voy como la gente suponía que debería haber aparecido entonces.

P. En Múnich, ¿cuándo se dio cuenta de que estaba firmando algo histórico?
R. Hasta que no pasó un tiempo. Yo ahí hice lo que había hecho durante tres años, nadar mis pruebas en el mismo orden y ganar. Tardé en digerir lo que había logrado.

No hay comentarios: