miércoles, 23 de febrero de 2011

EL LABERINTO DE LOS LABORATORIOS



J. J. MATEO / C. ARRIBAS EL PAÍS.com

La juez Mercedes Pérez Barrios, que instruye la Operación Galgo contra el dopaje, emitió la semana pasada una providencia dando traslado a la Agencia Española Antidopaje (AEA) de "tres viales de cristal de color marrón" incautados durante la investigación, ya que la Agencia Española del Medicamento, que los recibió primero, no pudo analizarlos "al carecer de medios para la determinación de sustancias prohibidas en el deporte".
Según fuentes jurídicas, esos tres viales "con el tapón de color oro con inscripción en el tapón 1208 conteniendo sustancia desconocida", se corresponden con los que Alberto García, excampeón europeo de los 5.000 metros, dijo haber recibido presuntamente de Marta Domínguez, campeona mundial de los 3.000 obstáculos. Esos tres viales, siempre según la declaración del antiguo fondista y las tesis de la fiscalía y la Guardia Civil, contendrían el anabolizante prohibido trembolona y responderían suspuestamente a la palabra clave "ron" que utilizaban los dos atletas en sus conversaciones telefónicas.
Establecer la existencia o no de esa sustancia es ahora labor de los laboratorios, que libran una batalla paralela a la judicial para llegar a la verdad: descifrar el contenido de las decenas de cajas y botes de medicinas y vitaminas requisados por la Guardia Civil en sus registros. Actúan con extrema prudencia en sus análisis -"haciendo especial mención a la destrucción en el proceso de análisis de la menor cantidad de sustancia posible y a su debida conservación en ulteriores comprobaciones", reza la providencia judicial- por si las escasas muestras con las que trabajan los técnicos fueran necesarias también para otros laboratorios con maquinaria más avanzada. Y recurren, si hace falta, a la ayuda y el consejo de instituciones extranjeras.
Así, el laboratorio de la AEA fue el primero en tener acceso a las medicinas incautadas en el vehículo del técnico César Pérez, al que la Guardia Civil detuvo en un control de carretera especialmente diseñado para él -aunque se disfrazara de rutinario parando a otros conductores-, cuando se dirigía en julio a Palencia para visitar a Marta Domínguez, siempre según la versión de los investigadores. Tras analizar el puñado de botes incautados, incluido uno con la etiqueta AMTH2, en el que la Guardia Civil vio enseguida un producto prohibido, los científicos no encontraron nada ilegal. Apenas dos muestras de lo requisado dieron positivo por cafeína, producto legal. En enero, sin embargo, el laboratorio alemán de Colonia, dirigido por Wilhem Shäuzer y que ya encontró clembuterol en la orina del ciclista Alberto Contador, concluyó, en sus resultados preliminares ("informe provisional", "el análisis aún no ha terminado", se recalca en el documento, al que ha tenido acceso este diario), que en uno de esos dos botes de AMTH2 había dos tipos distintos de testosterona, aunque en cantidades muy pequeñas: 10 microgramos (la milésima parte de un miligramo) por mililitro de propionato de testosterona y dos microgramos de cipionato de testosterona.
El hallazgo satisfizo probablemente a los investigadores y quizás también a los abogados defensores. El análisis de la AEA, que no encontró nada ilegal en las muestras requisadas en el coche de Pérez -aún deben analizarse las logradas en su piso madrileño- oficializó sus conclusiones en octubre de 2010. El laboratorio alemán, que utiliza tecnología punta -posee uno de los escasos espectómetros de masas de alta resolución que hay en el mundo del dopaje- sí encontró testosterona, ya en enero de 2011. Sin embargo, en medio de los dos análisis, en diciembre de 2010, Pérez fue detenido.
"Y eso", explicaron fuentes jurídicas a este diario, "obliga a preguntarse qué había entonces contra él, porque no se le había incautado nada ilegal, y si la detención no fue ilegal". La Guardia Civil, no obstante, manejaba otros indicios, como las conversaciones grabadas del técnico en las que, presuntamente, usaba lenguaje con doble sentido. Pérez no puede entrar ya en la Residencia Blume, en la que trabajaba. Mientras tanto, los laboratorios, enfrentados a un jeroglífico, analizan las muestras recabadas en su casa y las de los otros imputados.

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