lunes, 18 de octubre de 2010

UN PELOTÓN DE SUPERVIVIENTES



CARLOS ARRIBAS El País.com

Hace 20 días, poco después de que salieran a la luz los problemas del madrileño Alberto Contador con el clembuterol, se hizo público el positivo de dos ciclistas gallegos, Ezequiel Mosquera y David García, que habían sido de los más fuertes durante la Vuelta. Como la sustancia hallada en su orina, éteres de almidón, figura como específica en la lista de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), la federación española no pudo aplicarles una suspensión provisional hasta que se resuelva su expediente por dopaje, con lo que ambos pudieron seguir practicando su oficio. Unos días después, sin embargo, un segundo positivo, por EPO en este caso, le supuso a García la suspensión inmediata.
La reacción de ambos ha sido de puros supervivientes. García, quien antes del segundo positivo juraba su inocencia, temiendo que a los dos años de sanción previstos por la ley se les añadiera una multa económica equivalente al 70% de su salario neto anual, mostró inmediatamente su deseo de colaborar con las autoridades antidopaje para tratar de ver reducidas sus sanciones y multas.
Mosquera, aprovechando que aún no está sancionado, ha decidido aprovechar al máximo las posibilidades de seguir ingresando dinero y acepta todas las invitaciones para participar en alimenticios critériums, como el de ayer en Alcobendas o el de la próxima semana en Chihuahua (México). Para él, la imagen de su deporte es secundaria a su propia necesidad.
El organizador de ambos eventos, financiados con dinero público, el que invitó a Mosquera, es Antonio Vaquerizas, otro miembro de la familia ciclista con mentalidad de superviviente y también mánager personal de corredores. Lo fue de Moisés Dueñas, positivo en el Tour de 2008, que vio reducida su sanción de dos a un año por colaborar en la lucha antidopaje (después, no le contrató ningún equipo profesional), y de Héctor Guerra, positivo en la Vuelta a Portugal de 2009, y también lo es de García. Ciclistas cortados por el mismo patrón, de los que para llegar a un equipo de primer nivel, para dar el pelotazo, sobreviven años y años en los sótanos del ciclismo arriesgándose para destacar, aparecer en el escaparate y firmar el contrato de su vida. Todos tienen mánager, consejero, médico amigo, desde juveniles.
Es también el esquema del ciclismo español: estrechez de miras, ombliguismo, múltiples sectores, dirigentes, directores, promotores, organizadores, cada uno mirando cómo sobrevivir, sin más. Todos, enfrentados con todos. Y el ciclista, que debería ser el centro de la organización de su deporte, convertido en un residuo marginal del sistema.
Al ciclismo español ha llegado este otoño un gran patrocinador, Telefónica-Movistar, para financiar al equipo de Eusebio Unzue. Este se encuentra con la contradicción de poseer dinero y no tener dónde gastarlo si no es alimentando el modelo, dando sentido a los especuladores, convirtiéndose a su vez en superviviente. Detrás de los grandes campeones asentados, todos ellos rondando o superando ya ampliamente los 30 años, no llega nada.
"Nadie trabaja a largo plazo", dice, con amargura en la voz, un veterano ciclista español que, como muchos en su situación, prefiere seguir anónimo. "El ciclismo español falla desde la base, desde los amateurs. No hay conciencia ética, sentido del trabajo y el esfuerzo, ni nadie que intente imponerla. Y yo a los jóvenes les intento aconsejar durante las carreras y me mandan callar. Me llaman viejito. Se puede correr limpio y ser un buen profesional. Yo lo hago y sé cuál es mi sitio y hasta dónde puedo llegar. Ya gano el dinero que gano. El problema son los que creen que pueden tener contratos millonarios sin tener nivel para ello y hacen lo que hacen", añade.
Óscar Freire, el mejor clasicómano español de la historia, contaba cómo le sorprendía en la Vuelta ver que ciclistas españoles para él desconocidos, sin historial ni credenciales, le dejaban tirado en cualquier repecho. "Luego, pasa lo que pasa", dice; "a los 20 años, uno ya sabe si vale o no vale para el ciclismo y a qué puede aspirar. Lo que no vale es seguir, arriesgarse, engañar".
Pipe Gómez, el presidente del sindicato de ciclistas -heredero de José Rodríguez, quien fue su compañero en el Kelme y que como abogado se ha especializado en temas de dopaje en un importante despacho al que ha llevado su cartera de clientes captada en el sindicato- contempla mudo cómo se desmorona el prestigio, el sentido, de su oficio. "Trabajamos en silencio, donde hay que trabajar", alega; "no tiene sentido otra cosa. Lo que pasa es que las autoridades deportivas no nos entienden".

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