lunes, 13 de septiembre de 2010

"Me dieron con un palo en la cabeza"


BLANCA TORQUEMADA ABC.es


Todo lo que bracea lo convierte en oro.
—En campeonatos del mundo llevo ocho medallas; en Olimpiadas, otras cuatro; tengo tres récords del mundo y otros dos o tres de Europa.
—¿Es usted el «Phelps» español?
—¡Hombre!, es un orgullo que te comparen con el mejor deportista de la Historia, pero no es real. Tú eres quien eres, haces tus cosas y si te igualan con él es por pura repercusión mediática, créame.
—En una prueba con nadadores videntes, ¿en qué puesto quedaría Enhamed Enhamed?
—En España no me iría tan mal, pero a nivel europeo habría una gran diferencia. Al ser ciego, como tocas la corchera que separa las calles de la piscina, no vas recto y te frenas. Cuando no lo haces, nadas en «ese» e intentas tocarla para orientarte.
—¿Duelen los palos que les dan en el agua?
—El entrenador tiene uno con el que nos da en la cabeza dos metros y medio antes de llegar a la pared para avisarnos de que hay que dar la vuelta.
—¿Y no tiemblan esas manos que les apalean?
—Los palos tienen que ser lo más fuertes posibles. Con la ola que llevas hay veces que te dan con todas sus ganas y no te enteras. Una vez me partieron un palo en la cabeza. Yo llevaba toda la semana diciéndole al entrenador: «¡Dame fuerte, dame fuerte!». Me dio perfecto. ¡La juez quería que le denunciara! —¿Se ha sacrificado?
—Al margen de por ser ciego, por ser deportista profesional, de élite. Estás mucho tiempo lejos de casa, de tu familia, de tus amistades. Todo lo demás queda relegado a un segundo plano.
—¿Qué siente al meter la brazada?
—Al abrir los dos metros tres centímetros de brazos me siento volar.
—¿Cuándo perdió la visión?
—A los ocho años. Correteaba por casa, jugaba, caí y cuando me levanté cinco segundos después ya no veía nada. Aprendí a nadar. Y decidí que si tengo que caerme me volveré a levantar todas las veces.
—Y sigue ciego cien por cien.
—Puedo ponerme a mirar tranquilamente el sol que nada de nada.
—¿Cómo se maneja?
—Desde hace un año tengo una perra guía, y noto que voy más rápido, las cosas te las esquiva antes de que tengas que tocarlas con el bastón.
—¿Le ha cambiado la perra guía su vida?
—En el aspecto social. El bastón aleja a la gente, y con la perra noto que se me acercan más personas.
—¿Le dejan entrar en todos los sitios con ella?
—Generalmente no he tenido problemas; donde suele haberlos es en el taxi. Hay una parada al lado de casa, a veces bajo corriendo para ir al aeropuerto, me ven con la maleta, arrancan y se van. Donde hay gente poco respetuosa hay otra que sí respeta. —¿Se ha sentido discriminado?
—Yo hablaría de desconocimiento de la gente.
—¿Qué es ser ciego?
—Tápese usted los ojos durante diez minutos e intente hacer sus cosas. ¿Ve? Como sabe que va a volver a ver, su cerebro no se va a esforzar en buscar estrategias para aprender. Entonces pensará que si fuera ciego no podría hacer nada. Yo, hombre ciego, le aseguro que se pueden hacer la mayoría de las cosas: con más empeño y buscándote trucos. —¿La vida le ha sido cabrona?
—No, no, mi vida ha sido dura, pero divertida. Disfruto, me lo he pasado muy bien y hoy no sería la persona que soy, ni tendría éxitos, si no fuese porque tuve la ceguera. Eso ha determinado mi mentalidad: «Esfuérzate si quieres conseguir algo».
—¿Qué fue lo más duro que le tocó vivir?
—Cuando tienes que volver a aprender a leer y a escribir, y a sobrellevar el deporte de élite.
—¿Y al margen del deporte?
—Ha sido difícil porque tienes que aprender a interactuar con la gente en un mundo muy visual. —¿Qué come?
—Intento mantener una dieta que me permita disponer del nivel de energía necesaria: muchísima pasta y carne, evitar la comida basura, etc...
—¿Qué le gustaría ver si no tuviera ceguera?
—Supongo que si tuviera hijos me gustaría verles jugar, divertirse, disfrutar, sentirlos...
—¿Está enamorado?
—Actualmente tengo pareja.
—El tópico reza: «El amor es ciego». Destrúyalo.
—No sé yo si es ciego o no; y aunque sea ciego tendrás que tocar...

No hay comentarios: