miércoles, 8 de abril de 2009

Jason Lezak, un Héroe olímpico desempleado


Por Eric Adelson

A menos de seis meses de haber vivido los mejores 46 segundos de su vida, de haber nadado la carrera más electrizante en la historia de su deporte, Jason Lezak está sentado en una sala de prensa de un hotel de Phoenix, EE. UU., tratando de salvar su carrera. El cuatro veces medallista de oro olímpico lleva puesta una camisa con botones en el cuello y pantalones negros. Del otro lado de una pequeña mesa sonríe un caballero a quien Lezak, de 32 años, acaba de conocer. Ambos mordieron el anzuelo. Si se logra una conexión, el hombre mayor, un ejecutivo en administración de marcas para Mutual de Omaha, llamado John Hildenbiddle, tendrá un nuevo vocero. Y si el acuerdo es lo bastante grande, Lezak, uno de olimpistas de Beijing que ahora están desempleados, podrá volver al agua. Se estrechan la mano. “Esperaba esto con ansia”, dice Hildenbiddle. “Yo también”, contesta Lezak. Está nervioso. Se siente extraño, vendiéndose de esta manera. Pero ya no le quedan muchas opciones. Por encima del barullo, Hildenbiddle le pregunta a Lezak sobre “esa carrera” que vio “más de 50 veces”. Lezak contado esa historia también más de 50 veces. Pero vuelve a hacerlo con gusto.
Fue en las últimas horas de la mañana del 11 de agosto, en Beijing. En la zona de espera antes de comenzar el relevo de la posta 4x100 de estilo libre, Lezak le pidió a sus jóvenes compañeros de equipo (Cullen Jones, Garrett Weber-Gale y Michael Phelps) que se juntaran. Les dijo que había sido parte de este relevo en 2000 y había llegado en segundo lugar. Fue parte de este relevo en 2004 y obtuvo el bronce. El mensaje: ya era suficiente. Lezak, el veterano, nadaría al último. Para que el equipo de EE. UU. ganara, pensó que debía entrar al agua antes de que lo hiciera el francés Alain Bernard, dueño del récord mundial en 100 metros estilo libre. Pero cuando Lezak se zambulló ya estaba muy atrás. En la vuelta de los 50 metros, miró a su derecha y vio a Bernard adelante por un cuerpo. “Pensé que era imposible”, le dice Lezak a Hildenbiddle.
El equipo de EE. UU. iba a perder otra vez, y el sueño de Michael Phelps de ganar ocho medallas de oro estaba a punto de morir, a menos que Lezak nadara los últimos 50metros más rápido que nadie. Gradualmente, empezó a acortar la distancia con Bernard, quien parecía cansarse. Hildenbiddle se inclina mientras Lezak habla suave. Mientras se acercaba el muro, Lezak pensaba: “Tengo que lograrlo”.
El rostro que todos recordamos —después de que Lezak alcanzó al francés desde atrás, ganó el oro y se convirtió en el segundo nadador favorito de EE. UU.— pertenecía a Phelps. Pero Lezak también tuvo su momento bajo los flashes. Le cuenta a Hildenbiddle sobre toda la gente que lo aclamó, pero no menciona otro comentario que oye todo el tiempo: “¡Ahora debés tener 10 sponsors!”.
Lezak no tiene ni uno solo. Su único apoyo corporativo, Nike, salió del negocio de la natación antes de los Juegos Olímpicos de Beijing. Con eso se fue un cheque anual de seis cifras que financió la mayor parte de la carrera de Lezak y la hipoteca de su condominio de US$ 1.000 al mes. Pensó que otra compañía llegaría, pero sigue esperando. “Eso me estresa”, dice. “Pero debo conservar mis esperanzas”. Aaron Peirsol, otro nadador del grupo de Nike, trata de competir sin un patrocinador. Brendan Hansen, especialista en estilo pecho, se tomó un año de descanso. “Lo peor que podría pasar es esto”, dice Evan Morgenstein, agente de Lezak.
“Los atletas empiezan a rendirse”. Incluso en momentos de auge, la mayoría de los atletas sufre entre dos ediciones de los Juegos Olímpicos; después de Beijing, los patrocinios se evaporan junto con el resto de la economía. “Uno quiere recortar”, dice Kevin McGrath, director ejecutivo de Myrtha Pools, que hubiera patrocinado al menos a un olimpista si no fuese por la recesión.
Lezak había esperado ser inmune a los recortes. Gana de US$ 10.000 a 20.000 dando discursos motivacionales, pero, después de cuatro charlas en enero, sólo dio una en febrero.
El único ingreso mensual de Lezak es de US$ 1.750. Su esposa, Danielle, enfermera, está buscando casa, pero su presupuesto es bajo. Morgenstein presenta a Lezak para infomerciales, anuncios de restauración del cabello, todo lo que se pueda, pero siempre recibe la misma respuesta: “Amamos a Jason, pero…”. “Si no puedo hacer que gane US$ 200.000” al año, dice Morgenstein, “es hora de dejarlo ir”.
Lezak está en Phoenix para asistir a los que USA Swimming calificó como una “cita rápida”, un evento para ayudar a atletas a conectarse con representantes. Con algo de suerte, encontrará un cheque. Muchos nadadores de élite empezaron como prodigios adolescentes, pero Lezak, oriundo de California, hizo su debut olímpico a los 24 años. Sus cuatro medallas de oro corresponden a postas; ganó su única medalla individual (bronce) en Beijing. Después de que Lezak ayudó a que Phelps ganara un bono de US$ 1 millón por parte de Speedo, muchos bromearon diciendo que Phelps le debía una parte del botín. Pero Phelps y Lezak no son amigos. Y no, no hubo premio compartido. Lezak dice que nadó por su país, no por Phelps.
En otros tiempos, la carrera de Lezak hubiera terminado hace mucho. En la década de 1970, Mark Spitz tuvo que renunciar a la natación cuando tenía 22 años porque debió conseguir un trabajo. Hoy, gracias a los acuerdos de promoción, aun para estrellas de segundo nivel, nadar es el empleo. Deben entrenarse hasta tres veces al día, 11 meses al año, para mantener sus tiempos. Las competencias se deciden por décimas de segundos y estos finos márgenes llevan años de entrenamiento.
Si el dinero regresa a los deportes en 2010, podría ser muy tarde para algunos. Eso incluye a Lezak. Sus posibilidades de competir en Londres, a los 36 años, son escasas. Pero sigue divirtiéndose, así que seguirá tratando de hacer que el dinero fluya. Y dejó una buena impresión en Hildenbiddle. “Me encantaría tenerte en nuestro equipo”, le dice el ejecutivo. Dentro de unas semanas, Lezak espera tener un acuerdo con Mutual de Omaha. Como en Beijing, Lezak está en la última vuelta, corre de atrás y el tiempo se agota. ^

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