miércoles, 17 de septiembre de 2008

A la búsqueda de medallas olímpicas


En los Juegos Olímpicos de Pekín se compitió en 38 disciplinas de 28 deportes. Resulta dificilísimo y sumamente costoso poder competir hoy con posibilidades reales de medallas o al menos ser finalista en todos esos deportes. En la década del setenta, los directivos del deporte de la desaparecida Alemania del Este (República Democrática Alemana) decidieron concentrar sus recursos y esfuerzos en la preparación al más alto nivel posible de sus atletas en los deportes individuales, especialmente los que brindan mayor cantidad de medallas. Aunque oficialmente no existe una tabla de posiciones de los países participantes, tradicionalmente se ha aceptado una fórmula que es injusta con los deportes colectivos. De acuerdo a la aceptación general, el país que, por ejemplo, gana la competencia de baloncesto, obtiene una medalla. Es absurdo que doce jugadores tengan que ganar unos seis partidos para una medalla, mientras cada levantador de pesas compite por tres preseas y un nadador o gimnasta puede lograr hasta ocho.

Obviamente, hace falta muchísimo más dinero y recursos de todo tipo para preparar y llevar al más alto nivel a un equipo de baloncesto que a un pesista, nadador o gimnasta. Los alemanes orientales con una delegación relativamente pequeña y con menos de veinte millones de habitantes, se metieron de lleno en la disputa del cuadro de medallas con potencias como Estados Unidos y la Unión Soviética.

En un intento por medir más justamente el rendimiento de los países, los cubanos comenzaron a contabilizar el total de medallas obtenidas por sus atletas de forma más específica. Por ejemplo, si un equipo de voleibol lograba una presea, se adjudicaban doce preseas y no una, pues realmente se les entregaron medallas a doce atletas diferentes.

Aun con todo su poderío, enorme población, multimillonaria asignación de recursos y de técnicos y una preparación científica y centralizada, el plan diseñado y ejecutado al pie de la letra por los chinos concentró en deportes individuales. China ganó ocho deportes y todos fueron individuales. Es cierto que tienen gran tradición en el tenis de mesa, deporte en el que obtuvieron las cuatro medallas de oro disputadas y ocho de las doce repartidas en total, pero dudo muchísimo que alguien hubiera pronosticado que ganarían en levantamiento de pesas y boxeo. Los chinos también barrieron todas las medallas de oro en trampolín y siete de ocho en clavados. Además se impusieron en badminton y tiro.

Esos ocho deportes individuales fueron la base de su botín de medallas que les permitió terminar primeros en la tabla extraoficial de posiciones.

Otros países con muchísimo menos gente y menos riquezas de todo tipo, también han recurrido a la concentración de sus haberes en uno, dos o tres deportes. Por el contrario, nosotros hemos pretendido atender, como si tuviéramos nivel internacional, a más de veinte deportes.
Sin lugar a dudas, el país que hoy pretenda tener atletas que se ubiquen entre los mejores del Mundo en el deporte que sea, tiene que asignar mucho dinero y recursos especializados para su preparación. Ya no basta con ser talentoso y a ese nivel no existe la “suerte”. Los grados de sofisticación y perfección alcanzados se han convertido en la norma y ya están presentes en todos los deportes.

Por ejemplo, muchísimo se ha escrito y más aun se ha hablado sobre la extraordinaria actuación de Jamaica en los Juegos de Pekín. Es cierto que Jamaica es un país pequeño y pobre, que tiene gigantescos problemas económicos. Aun así, el gobierno le ha asignado importancia prioritaria al deporte, pero no de forma abstracta o general, sino con objetivos muy específicos y concentrados. Los jamaiquinos tienen gran tradición en atletismo, mayormente en los eventos de velocidad y atletas de ambos sexos de ese país han estado entre los más rápidos del Mundo durante décadas. La diferencia es que ahora el gobierno ha concentrado esfuerzos para que sus mejores atletas no se vayan a representar a otros, como hicieron Ben Johnson (Canadá) y los medallistas olímpicos de oro en 100 metros Donovan Bailey y Linford Christie. Al jamaiquino Usain Bolt, quien se convirtió en el Hombre Más Rápido del Mundo, se le asignó sobre un millón de dólares para su preparación, aparte del resto de sus compañeros.
Pero no se trata meramente de asignarles dinero mensual a los atletas, como incorrectamente piensan algunos directivos en Puerto Rico. Los jamaiquinos también metieron mucho dinero y esfuerzo para preparar a sus entrenadores. Además han asignado médicos, dietistas, preparadores físicos y sicólogos al servicio de sus atletas.

En el proceso se olvidaron de la mayor parte de los deportes colectivos, excepto el fútbol y el cricket. El voleibol y el beisbol sólo reciben migajas del bizcocho que asigna el gobierno al deporte jamaiquino.

Panamá obtuvo su primera medalla de oro olímpica, gracias al esfuerzo del saltador a lo largo Irving Saladino. Sin discusión, en términos generales, el deporte en Puerto Rico es superiorísimo al de Jamaica y Panamá, aunque no tengamos medallas olímpicas. Es que en esos países no hay torneo de voleibol y muchísimo menos hay un programa tan amplio como el nuestro a nivel escolar y juvenil.

Todo lo anterior es para llegar a la situación actual del deporte puertorriqueño. En vez de concentrar nuestros recursos, hemos pretendido desarrollar a todos los niveles a más de veinte deportes, muchos de los cuales no tienen ningún arraigo en nuestra población. Como el tamaño del bizcocho disponible no es ilimitado, todos los recursos que se asignan al desarrollo de los llamados deportes menores, especialmente los colectivos, se les quita a aquellos deportes que realmente tienen base e historia y más aún potencial para estar entre los mejores del Mundo.

El desarrollo y la masificación del deporte en general son de suma importancia social para nuestro pueblo, pero debe separarse del de alto rendimiento. El dinero que se asigne para la preparación del vallista Javier Culson, el boxeador Pedraza, el gimnasta Luis Rivera y Asunción Ocasio de tae kwon do, no debe salir del mismo presupuesto del asignado a la adquisición de equipo para hockey sobre césped o los salarios de los entrenadores de badminton o raquetbol.

Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. No basta asignarle dos o tres mil dólares mensuales (que son buenos) a un atleta. Además de eso, es necesario que sus entrenadores estén al más alto nivel, por lo que debe atenderse su preparación profesional. Es más, debe ser obligatorio que mantengan su educación continuada. El atleta que pretenda ser medallista olímpico, además de talento necesita también la atención de sicólogos, dietistas y preparadores físicos.

El problema es que aun con talento, dinero y todos los asistentes, no hay garantía de medallas. En cada competencia se aprecia que atletas de más países se están preparando mejor y con la aportación de más dinero y recursos. Aunque no es el mejor ejemplo, pues se trata de un atleta excepcional, el nadador estadounidense Michael Phelps contó con el apoyo de cerca de una docena de especialistas a tiempo completo, que recibieron importantes sumas de dinero para dejar a un lado sus profesiones por un año. En los doce meses previos a los Juegos de Pekín, Phelps contó con casi tres millones de dólares para su preparación, lo que incluyó el pago a todos esos profesionales. Al sumársele los auspicios comerciales, Phelps ya ha recibido sobre $410 millones en lo que va del 2008.

Obviamente, nosotros no tenemos $10 millones para la preparación de un solo atleta, pero sí podemos mirar los modelos utilizados por otros países para incorporar aquello que sea posible a nuestra realidad con la esperanza de volver a tener puertorriqueños en el podio olímpico.

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